No es lo mismo alimentar a un cachorro que a un perro adulto o a un senior. Aunque todos necesiten proteína, energía, agua y cariño, sus cuerpos hablan diferentes idiomas nutricionales según la etapa de la vida. Y como cuidadores responsables, una de nuestras principales funciones es saber leer esos cambios y adaptar la dieta a cada momento.
En Milo creemos que la prevención empieza en lo cotidiano, en lo que haces todos los días. Y pocas cosas son tan cotidianas y tan decisivas como la comida. Ajustar lo que das de comer según la edad de tu perro no solo mejora su bienestar inmediato: también alarga su salud futura.
Cachorros: construir desde el inicio
Durante los primeros meses de vida, los perros crecen a una velocidad impresionante. Sus huesos se alargan, sus músculos se desarrollan, su sistema inmune se activa y su cerebro se moldea. En esta etapa, necesitan una dieta con alta densidad nutricional, rica en proteínas de calidad, grasas saludables, calcio, fósforo, y ácidos grasos como el DHA, fundamental para el desarrollo neurológico.
Aquí no se trata solo de que el cachorro esté “gordito”. Se trata de que lo que coma le ayude a construir una base sólida. Una deficiencia nutricional en esta etapa puede tener consecuencias para toda la vida: malformaciones óseas, problemas digestivos crónicos o debilidad inmunitaria.
Por eso es tan importante ofrecer un alimento formulado específicamente para cachorros. El pienso debe ser adaptado en tamaño, textura y composición. Si optas por una dieta cocinada o cruda, debe estar supervisada por un veterinario nutricionista. Además, hay que tener en cuenta el tamaño y la raza: un cachorro de raza grande, como un labrador o un pastor alemán, necesita controlar su crecimiento para evitar displasia o sobrepeso temprano.
La frecuencia también cambia. Un cachorro necesita comer entre 3 y 4 veces al día, en raciones pequeñas. No solo por su estómago, sino para mantener estables sus niveles de glucosa y energía.
Perros adultos: estabilidad, energía y equilibrio
Entre los 12 y 18 meses según el tamaño y la raza los perros dejan de ser cachorros y entran en la etapa adulta. Aquí ya no se trata de crecer, sino de mantenerse. El metabolismo se estabiliza, el sistema digestivo madura y el cuerpo alcanza su forma definitiva.
En esta etapa, el enfoque debe centrarse en la prevención. La dieta debe aportar la energía justa, mantener una buena masa muscular, cuidar el tránsito digestivo y proteger la piel y el sistema inmune. No hace falta una fórmula “hipercalórica”, salvo que el perro sea especialmente activo o haga deporte.
Si el perro está esterilizado, hay que ajustar las calorías, ya que su metabolismo se ralentiza. Muchos cuidadores no hacen este cambio, lo que puede llevar al sobrepeso en pocos meses.
Un buen alimento para adultos debe tener proteína de alta calidad (y claramente especificada), grasas saludables, un nivel moderado de carbohidratos y antioxidantes naturales. Si incluye condroprotectores (como glucosamina o condroitina), mejor aún, especialmente en razas propensas a problemas articulares.
La frecuencia de alimentación se reduce a 2 veces al día. Esto ayuda a mantener estable su digestión, controlar el peso y evitar problemas como la torsión gástrica, especialmente en perros grandes.
Perros mayores: adaptarse para cuidarlos mejor
A partir de los 7 u 8 años o incluso antes en razas grandes el cuerpo del perro empieza a envejecer. La masa muscular disminuye, las articulaciones se desgastan, el sistema digestivo se vuelve más sensible y el metabolismo se ralentiza. Aquí, la alimentación debe ser más que nutritiva: debe ser protección en forma de comida.
Los perros mayores necesitan una dieta con menos calorías pero más proteína de fácil digestión. También requieren un nivel ajustado de grasas y un aporte específico de antioxidantes, ácidos grasos omega 3, vitaminas del complejo B y suplementos para el sistema articular.
Una buena dieta senior puede ayudar a prevenir enfermedades crónicas como la obesidad, la artrosis, el deterioro cognitivo o la insuficiencia renal. De hecho, muchos alimentos específicos para perros mayores reducen el contenido de fósforo para proteger los riñones y mejoran la palatabilidad para contrarrestar la pérdida de apetito.
Además, algunos perros mayores presentan dificultad para masticar. En esos casos, se puede pasar a una dieta húmeda, o reblandecer el pienso con agua tibia o caldo casero (sin sal). También puede ser útil fraccionar las comidas en 3 tomas más pequeñas a lo largo del día.
Y más allá del cuerpo, está la emoción. Un perro mayor que se siente acompañado, que disfruta de su comida, que no tiene dolor al digerir ni se siente inflamado, tiene más ganas de jugar, de moverse, de vivir. Alimentarlo bien también es darle dignidad en sus años finales.
Etapas especiales: perras gestantes, perros convalecientes o con enfermedades crónicas
Hay momentos puntuales en los que un perro necesita una dieta específica, más allá de su edad. Por ejemplo, una perra gestante o lactante tiene requerimientos energéticos mucho mayores que un adulto promedio. Un perro que ha pasado por cirugía puede necesitar una dieta de fácil digestión y alto valor biológico. Un perro con insuficiencia renal requerirá una dieta baja en fósforo y proteínas específicas.
Aquí, la personalización es fundamental. Ya sea con piensos formulados para esas condiciones o con dietas cocinadas bajo indicación veterinaria, lo importante es que la comida no sume carga al organismo, sino que lo alivie.
Cambiar de etapa, cambiar de comida
Uno de los errores más comunes es no cambiar la alimentación cuando el perro cambia de etapa. Muchos siguen con el mismo pienso de cachorro hasta bien entrada la adultez, o no ajustan la dieta del perro mayor aunque ya duerma más, juegue menos o tenga problemas de movilidad.
Adaptar la dieta a cada momento de la vida no significa cambiar de marca cada año. Significa ajustar lo que necesita su cuerpo a lo que le estás dando. A veces basta con una transición de producto dentro de la misma marca, otras veces se necesita un cambio más profundo.
La transición debe hacerse de forma progresiva, mezclando durante unos días la comida anterior con la nueva, para evitar molestias digestivas. Y siempre, observando: cómo se comporta tu perro, cómo digiere, cómo se siente. Porque su cuerpo te dice todo lo que necesitas saber.
Conclusión: alimentar bien es acompañar mejor
En Milo creemos que el cuidado no es algo puntual. Es un acompañamiento constante, que se adapta con el tiempo. Lo que necesita un cachorro no es lo mismo que necesita un adulto, y lo que le sirve a un perro senior puede no servirle a uno joven. Escuchar esos cambios, anticiparse, ajustar, es la base de una prevención real.
La alimentación no es solo una cuestión de saciedad. Es información, es energía, es protección, es cariño. Es la manera más constante que tienes de decirle a tu perro: “te cuido, te entiendo, estoy contigo en cada etapa”.
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