Cuando hablamos de salud preventiva en perros, la desparasitación ocupa uno de los lugares más importantes. A menudo subestimada, esta práctica va mucho más allá de evitar “un susto con lombrices” o un ataque de pulgas. Los parásitos, tanto internos como externos, pueden afectar seriamente la salud de los animales e incluso representar un riesgo para los humanos. Además, muchas enfermedades parasitarias no presentan síntomas hasta que ya están en una fase avanzada, por lo que actuar de forma proactiva es fundamental.
En esta guía completa te explicamos qué implica realmente la desparasitación, cómo se diferencian los tipos de parásitos y por qué cada etapa de la vida del perro necesita un enfoque específico. La prevención empieza con el conocimiento.
Lo que no se ve: parásitos internos
Los parásitos internos habitan en el interior del organismo, especialmente en el sistema digestivo, aunque también pueden afectar órganos vitales como el corazón o los pulmones. En cachorros, por ejemplo, es muy común la presencia de Toxocara canis, un tipo de lombriz que puede transmitirse de la madre al feto incluso antes de nacer. De hecho, se estima que hasta el 80% de los cachorros presentan algún tipo de infestación parasitaria durante sus primeras semanas de vida.
Aunque la mayoría de estos parásitos no siempre producen síntomas visibles en etapas iniciales, a medida que se reproducen pueden causar diarrea persistente, vómitos, distensión abdominal o pérdida de peso, entre otras complicaciones. Pero lo más importante es que muchos de estos parásitos también son zoonóticos, es decir, se pueden transmitir a humanos, lo que convierte la desparasitación en una cuestión de salud pública.
En perros adultos, las infecciones internas pueden ser más silenciosas. Algunos animales pueden vivir durante semanas con una carga parasitaria alta sin mostrar signos evidentes, aunque su sistema inmunológico, su absorción de nutrientes y su energía general se vean claramente afectados.
Lo que salta, pica y se engancha: parásitos externos
En el mundo visible, los parásitos externos son los más reconocibles. Pulgas, garrapatas y ácaros no solo producen picor e irritación, sino que pueden causar reacciones alérgicas, heridas por rascado, dermatitis e incluso transmitir enfermedades más serias.
Las pulgas, por ejemplo, tienen un ciclo reproductivo tan veloz que pueden infestar una casa entera en cuestión de días. Una sola hembra puede poner hasta 2.000 huevos durante su vida. Estos huevos caen del pelaje del perro al suelo, al sofá o a la cama, convirtiendo el hogar en un ecosistema ideal para nuevas generaciones de parásitos. Aunque el perro se trate, si no se desparasita también el entorno, el problema reaparece.
Las garrapatas, por otro lado, se adhieren a la piel para alimentarse de sangre y pueden transmitir enfermedades como la ehrlichiosis o la babesiosis, que en España están aumentando, especialmente en zonas cálidas o con alta densidad de fauna silvestre. Estas enfermedades no siempre muestran síntomas inmediatos, pero pueden afectar al sistema inmunológico, producir anemia y debilitar gravemente al animal.
Además, está el caso de los flebotomos, insectos transmisores de la leishmaniosis, una enfermedad endémica en gran parte de la península ibérica. Aunque no todos los perros expuestos desarrollan la enfermedad, sí pueden convertirse en portadores asintomáticos y ser fuente de contagio para otros. De ahí la importancia de la protección preventiva, especialmente en épocas cálidas y zonas rurales o periurbanas.
Desparasitación a lo largo de la vida
El enfoque de la desparasitación debe adaptarse al ciclo de vida del perro. Durante los primeros meses, el sistema inmune del cachorro aún no está del todo desarrollado, lo que lo hace más susceptible a infestaciones internas. Por eso, desde la tercera semana de vida se establecen calendarios de desparasitación muy específicos que se ajustan mes a mes. Estas pautas suelen ir acompañadas de los primeros ciclos de vacunación, ya que la presencia de parásitos puede reducir la eficacia de las vacunas.
En la edad adulta, el enfoque cambia y se basa más en el estilo de vida del perro. Un perro que vive en un entorno urbano, sin acceso al campo y que no convive con otros animales puede requerir una frecuencia distinta a la de un perro que corre libremente por zonas verdes, viaja con frecuencia o convive con gatos y otros perros.
En perros mayores, además, la vigilancia se vuelve aún más importante. El sistema inmunológico se debilita con la edad, y algunos tratamientos antiparasitarios deben adaptarse para evitar efectos adversos. Por eso, lo ideal es que la pauta de desparasitación siempre se consensúe con un veterinario de confianza, teniendo en cuenta no solo la edad, sino también el historial clínico, las alergias, la medicación previa y el entorno familiar.
La elección del producto sí importa
Existe una gran variedad de productos en el mercado: pipetas, comprimidos, collares, sprays o soluciones inyectables. No todos actúan igual ni ofrecen la misma duración. Algunos son específicos para parásitos internos, otros para externos y algunos ofrecen protección combinada. Elegir el producto adecuado no debería depender solo del precio, sino del contexto.
Un perro que nada regularmente necesita productos resistentes al agua. Uno que convive con niños muy pequeños puede requerir alternativas orales para evitar el contacto cutáneo. Y si el perro viaja a menudo, conviene elegir productos con protección frente a parásitos presentes en otras regiones.
Además, aunque algunos productos se venden sin receta, su uso debe estar siempre supervisado. El abuso o mal uso de antiparasitarios puede provocar resistencia, reducir su efectividad y generar efectos secundarios. En Milo siempre recomendamos que cualquier protocolo de desparasitación sea prescrito por un profesional, incluso si se trata de un producto común.
Más allá de una rutina: una responsabilidad continua
Desparasitar a tu perro no es un acto puntual ni un trámite obligatorio, sino un compromiso con su bienestar diario. La mayoría de los parásitos no avisan. No producen fiebre ni cojera ni otros signos evidentes. Pero están ahí, interfiriendo silenciosamente en su salud, su energía y su calidad de vida.
Prevenir es mucho más económico, efectivo y seguro que tratar. Y si cuentas con un seguro veterinario, tendrás además la tranquilidad de poder consultar cualquier duda, realizar análisis de control, recibir seguimiento y actuar con libertad sin que el factor económico sea un freno.
En Milo, creemos en un cuidado integral, basado en la información, la prevención y el acompañamiento. Porque un perro sano es un perro que puede explorar, jugar, descansar y acompañarte con alegría durante muchos años. Y tú, como cuidador, mereces herramientas que te permitan estar siempre un paso adelante.
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