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5 señales de estrés en perros y cómo ayudarlos desde casa

7 sept 2023

5 señales de estrés en perros y cómo ayudarlos desde casa

7 sept 2023

5 señales de estrés en perros y cómo ayudarlos desde casa

7 sept 2023

5 señales de estrés en perros (y cómo ayudarlos)

Aprender a leer su lenguaje es una forma profunda de cuidado

El estrés no es exclusivo de los humanos. Los perros también lo experimentan, y con mucha más frecuencia de lo que imaginamos. Sin embargo, como no pueden verbalizar lo que sienten, su lenguaje corporal y su comportamiento se convierten en las únicas herramientas que tienen para expresarlo.

Muchos cuidadores interpretan erróneamente las señales de estrés como “mal comportamiento”, como si el perro estuviera actuando con rebeldía o intentando llamar la atención. Pero la realidad es muy diferente: cuando un perro se comporta de forma alterada, normalmente está tratando de gestionar un malestar interno que no sabe resolver de otra manera.

En este artículo exploraremos cinco señales frecuentes de estrés en perros, cómo reconocerlas y qué puedes hacer para ayudarlos de forma efectiva. Porque educar no es solo enseñar trucos o poner límites: es también saber leer el malestar antes de que se transforme en problema.

¿Qué es exactamente el estrés canino?

En términos simples, el estrés es una respuesta fisiológica y emocional ante una situación que el animal percibe como exigente, imprevisible o amenazante. Puede ser algo puntual una visita al veterinario, un cambio de rutina, una tormenta o algo crónico, como un entorno con demasiados estímulos, poca estimulación mental o una falta constante de seguridad.

El estrés no siempre es negativo. En niveles bajos y bien gestionado, puede ser incluso adaptativo. Pero cuando se vuelve continuo o intenso, puede afectar el apetito, el sueño, la salud digestiva, la conducta y hasta el sistema inmune del perro.

Señal 1: Bostezos fuera de contexto

Sí, los perros también bostezan cuando tienen sueño, pero también lo hacen como una forma de liberar tensión emocional. Si ves que tu perro bosteza repetidamente durante un paseo agitado, al encontrarse con otros perros o incluso cuando lo estás entrenando, no está “aburrido”: está estresado.

Este tipo de bostezo suele ir acompañado de otros gestos de apaciguamiento como lamerse el hocico, mirar hacia otro lado o girar la cabeza. Son pequeñas estrategias que los perros usan para decir: “no quiero conflicto”, “necesito espacio” o “esto me está superando”.

Qué puedes hacer: reduce la intensidad del entorno. Si estás en medio de un entrenamiento, haz una pausa. Si estás en un paseo urbano con mucho ruido, aléjate a una zona más tranquila. No corrijas el bostezo; al contrario, agradece que tu perro te está comunicando algo en vez de bloquearse o reaccionar.

Señal 2: Lamidos repetitivos y sin causa aparente

Otra señal muy común de estrés es que el perro se lama compulsivamente una parte del cuerpo, sobre todo las patas o el hocico, sin que haya ninguna herida visible. También puede lamer el suelo, el aire o las paredes. Estos comportamientos suelen pasar desapercibidos al principio, pero pueden intensificarse si no se atienden.

Los lamidos son una forma de automanejo. El perro busca aliviarse a través de una acción repetitiva que le da cierta sensación de control. A veces, este tipo de estrés puede llegar a provocar heridas por lamido excesivo, conocidas como dermatitis acral.

Qué puedes hacer: revisa si hay un patrón. ¿Cuándo empieza a lamerse? ¿Después de que te vas de casa? ¿Tras una visita? ¿Durante momentos de inactividad? Intenta crear rutinas más predecibles, incorporar juguetes de estimulación mental, y ofrecer paseos más largos y enfocados en el olfato.

Señal 3: Estado de alerta permanente (hipervigilancia)

Un perro que mira constantemente a su alrededor, se sobresalta con facilidad, ladra ante cada ruido o parece incapaz de relajarse, no está siendo “guardián”: está en hipervigilancia. Es decir, su sistema nervioso está activado de forma continua y no encuentra forma de desconectar.

Este estado suele verse en perros que viven en entornos sobreestimulantes (ciudades ruidosas, hogares con movimiento constante, falta de descanso) o que no han aprendido a sentirse seguros en momentos de calma. También puede desarrollarse tras traumas o experiencias negativas no resueltas.

Qué puedes hacer: disminuye el nivel de estímulos en su entorno. Dale tiempo y espacio para descansar en un lugar tranquilo, lejos de ventanas, puertas o televisores. Sal a pasear por zonas con menos tránsito y permite que explore a su ritmo. Un paseo lento, con tiempo para oler, tiene más valor terapéutico que una caminata rápida sin pausas.

Señal 4: Alteraciones en el sueño o el apetito

El estrés crónico interfiere en funciones básicas como dormir o comer. Un perro estresado puede dejar de comer sin causa física aparente, comer con ansiedad o incluso rechazar su comida favorita. También puede tener un sueño muy ligero, despertarse ante el mínimo ruido, o cambiar de sitio constantemente sin encontrar descanso.

Estos síntomas a menudo se confunden con caprichos o mala conducta, pero en realidad son indicadores muy claros de que el sistema nervioso del perro no está logrando regularse.

Qué puedes hacer: asegúrate de que tiene un espacio seguro, donde no se le interrumpa constantemente. Revisa su dieta y, si es necesario, consulta con un veterinario para descartar causas médicas. Aumenta la actividad física moderada durante el día y respeta su tiempo de descanso, especialmente después de paseos, entrenamientos o visitas.

Señal 5: Cambios en el comportamiento social

Un perro que era sociable y empieza a evitar el contacto, o uno que se muestra más dependiente de lo habitual, probablemente está atravesando un estado de estrés. También pueden aparecer gruñidos sin motivo aparente, rigidez corporal en encuentros con otros perros o una necesidad excesiva de estar encima de ti todo el tiempo.

No son conductas “sin sentido”. Son formas que tiene el perro de decir: “no me siento seguro”, “necesito más estructura” o “algo ha cambiado y no sé cómo gestionarlo”.

Qué puedes hacer: mantén la calma, evita sobreproteger o corregir. Observa qué ha cambiado en su entorno o rutina. Introduce más estructura en el día (horarios, paseos regulares, descanso de calidad) y, si el comportamiento se intensifica, considera trabajar con un educador canino o un etólogo para comprender mejor su origen.

No ignores las señales sutiles

La mayoría de los problemas de conducta no aparecen de la nada. Se gestan en el silencio del estrés no detectado. Un perro que empieza a reaccionar con miedo, agresividad o apatía probablemente ha estado enviando señales antes, pero nadie las leyó.

Por eso, la prevención no es solo vacunar o dar buena comida. También es observar. Y no solo cuando hay un conflicto, sino en el día a día: cómo duerme, cómo respira, cómo se mueve, cómo te mira.

El bienestar emocional es tan importante como el físico. Por eso, en Milo promovemos una cultura del cuidado basada en la empatía, la prevención y la observación real. No hace falta ser etólogo para detectar estrés, pero sí hace falta disposición para mirar más allá de lo evidente.

Un perro tranquilo no es aquel que “se porta bien” todo el tiempo, sino el que confía en su entorno y sabe que sus emociones serán entendidas y respetadas.

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