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¿Cómo saber si tu perro tiene dolor? Señales y cambios que no debes ignorar

2 may 2025

¿Cómo saber si tu perro tiene dolor? Señales y cambios que no debes ignorar

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¿Cómo saber si tu perro tiene dolor? Señales y cambios que no debes ignorar

2 may 2025

Tu perro no puede hablar, pero su cuerpo sí. Saber escucharlo puede marcar la diferencia entre un malestar pasajero y una enfermedad grave.

Uno de los mayores desafíos para quienes convivimos con perros es saber cuándo están sufriendo. A diferencia de nosotros, los perros no se quejan abiertamente ni expresan su dolor con palabras. Y lo más sorprendente: muchas veces ni siquiera lo muestran de forma evidente. ¿La razón? En la naturaleza, los animales que manifiestan dolor o debilidad son más vulnerables. Por eso, a lo largo de miles de años de evolución, los perros han aprendido a ocultar el malestar hasta que ya no pueden más.

Pero eso no significa que no haya señales. De hecho, tu perro se comunica todo el tiempo. La clave está en saber interpretar su lenguaje: su postura, su mirada, su forma de moverse, de dormir, de comer. El dolor, cuando se presenta, deja huellas sutiles pero reconocibles si sabemos qué observar.

El cuerpo habla aunque no haya ladridos

Uno de los errores más comunes es pensar que si el perro no llora, no le duele. La mayoría de los perros, incluso los más pequeños, tienen un umbral de dolor muy alto. Es decir, aguantan. Pueden tener una articulación inflamada, una herida interna o incluso un problema dental severo y seguir comportándose con normalidad… al menos, en apariencia.

A veces, el primer indicio de que algo va mal es que tu perro ya no viene corriendo cuando escucha el sonido de la correa. O que sube las escaleras más lento que antes. O que te busca menos para jugar, aunque su comida favorita le sigue gustando. Esos pequeños cambios son los que más importan.

Curiosamente, los estudios científicos han demostrado que los humanos somos bastante malos detectando el dolor en los animales si no estamos entrenados para ello. De hecho, según un estudio publicado en Veterinary Record, el 40% de los perros con artrosis moderada o severa no son diagnosticados a tiempo porque sus cuidadores no notaron nada extraño.

Señales que pasan desapercibidas

Uno de los signos más ignorados del dolor es el cambio de comportamiento. Un perro que antes era sociable y ahora se aísla puede estar intentando evitar el contacto porque le resulta incómodo. Si antes era tranquilo y ahora se muestra más irritable o se sobresalta con facilidad, también puede estar reaccionando a un malestar físico constante.

Otra señal común es el cambio en los hábitos de descanso. Algunos perros duermen en posiciones poco habituales, evitan apoyarse sobre un lado concreto del cuerpo o cambian de lugar para dormir con frecuencia, buscando alivio. Incluso pueden dejar de dormir profundamente, despertarse con frecuencia o tener el sueño más ligero.

En casos de dolor más agudo, los perros pueden lamerse insistentemente una zona concreta del cuerpo, aunque no haya herida visible. Ese comportamiento repetitivo es una forma de intentar aliviar una molestia localizada. Y en algunos casos extremos, pueden incluso lamer el aire, rechinar los dientes o mostrar temblores leves.

¿Y qué pasa con los ojos? Ahí también encontramos señales. Algunos perros con dolor muestran una mirada más apagada, mantienen los ojos entrecerrados o evitan el contacto visual. A veces, se les frunce el ceño, algo que en razas de pelo corto se nota con más facilidad. En medicina veterinaria se ha desarrollado incluso una escala llamada “grimace scale” que estudia la expresión facial del dolor en animales, como ya se hace con gatos, caballos o ratones.

El caso del dolor crónico: silencioso pero presente

El dolor agudo, como el de una herida, suele ser más evidente. Pero el dolor crónico el que se mantiene en el tiempo, como el de articulaciones, columna o tejidos blandos es más difícil de identificar. Muchas veces lo normalizamos: “es que ya está mayor”, “siempre ha sido así de tranquilo”, “ya no quiere salir como antes”.

Y aquí viene un dato impactante: más del 30% de los perros mayores de 7 años presenta algún tipo de dolor articular o muscular, aunque no siempre ha sido diagnosticado. Y no solo los perros grandes: razas pequeñas como el Yorkshire Terrier, el Pomerania o el Bichón Maltés también pueden sufrir de columna, luxaciones o dolor dental sin que lo notemos a simple vista.

El problema es que cuando ese dolor no se trata, afecta a su calidad de vida. No solo física, sino también emocional. Un perro con dolor duerme mal, se mueve menos, se vuelve más irritable y pierde interés por las cosas que antes disfrutaba. No está triste porque sí. Está intentando adaptarse.

¿Qué puedes hacer tú?

Observar. Esa es la primera herramienta. Conocer bien a tu perro, detectar cambios por pequeños que sean y no minimizar lo que antes no ocurría. Lo segundo es consultar al veterinario cuando tengas dudas. Una visita a tiempo puede evitar complicaciones futuras y ofrecer alivio inmediato. Hoy en día existen tratamientos muy efectivos para el dolor, desde medicamentos seguros hasta terapias complementarias como fisioterapia, acupuntura o láser.

En resumen: el dolor también se escucha

Detectar el dolor en tu perro no es una tarea sencilla, pero sí es posible cuando aprendes a mirar más allá de lo evidente. El hecho de que no se queje, no llore o no muestre una cojera visible no significa que no esté sufriendo. Su cuerpo habla con pequeñas señales: un cambio en la forma de caminar, un comportamiento más retraído, una mirada distinta o una actitud menos juguetona pueden ser indicios suficientes para sospechar que algo no está bien.

Conocer a tu perro, prestar atención a los cambios sutiles y confiar en tu intuición como cuidador o cuidadora son pasos fundamentales para actuar a tiempo. No se trata de alarmarse ante cualquier variación, sino de estar presentes y atentos. El dolor no tiene por qué formar parte de la rutina de tu perro, y mucho menos en silencio.

Detectarlo y tratarlo no solo mejora su bienestar físico, también protege su estabilidad emocional, su descanso, su energía y su forma de relacionarse con el mundo. Cuidar a tu perro incluye saber cuándo intervenir, y eso empieza por escuchar su lenguaje sin palabras. Porque aunque no hable, siempre tiene algo que decir.

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